Filosofía Montessori y Educación para la Paz
La filosofía de enseñanza Montessori reconoce la importancia de las experiencias tempranas de cada niño y niña para la formación de un adulto sano, pleno y responsable.
Se basa en la noción de que las características personales de cada ser humano no están pre-escritas indeleblemente al nacer, y que pueden ser modificadas, estimuladas o coartadas en los procesos de desarrollo.
Mantiene que el inmenso potencial humano que cada niño tiene en su interior debe ser cuidado y alimentado por adultos conscientes que rodeen al niño en su interacción cotidiana con espacios en los que se cuiden aspectos bio-físicos, emocionales y cognocitivos relevantes para su óptimo desarrollo.
Así es como padres y educadores en trabajo conjunto, pueden crear ambientes de vida, de juego, de trabajo y de estudio de gran riqueza educativa, calidez y belleza. Estos ambientes, que en la escuela Montessori llevan el nombre de “ambientes preparados”, son los espacios interiores y exteriores que permitirán que los niños y niñas se desarrollen y aprendan en un clima de respeto mutuo y de aceptación.
Estos espacios educativos son ambientes que permiten que florezca en los niños y jóvenes una auto-imagen positiva, un sentido de creciente independencia, en donde ellos desarrollan amistades perdurables y solidarias y donde adquieren competencias en una variedad de habilidades en las distintas áreas, sean éstas conceptuales, manuales, artísticas, emocionales, de desarrollo corporal o de competencias ético-sociales.
Montessori fue una de las primeras personas en darse cuenta de que el aprendizaje es una cuestión de interacción social y que la naturaleza de estas experiencias sociales son de vital relevancia para el desarrollo de la persona.
La convivencia escolar implica siempre, la comprensión del equilibrio necesario entre la libertad del individuo y las necesidades del grupo. Este balance entre “mis libertades” y el respeto por el bienestar del otro, es un aspecto crucial al que se le dedicará mucho tiempo y el que se practicará en todas las situaciones, tanto dentro como fuera de los espacios escolares.
Es en la búsqueda de una óptima solución a esta tensión entre estos dos aspectos, el personal y el grupal, en la que se forma el ser social.
La filosofía Montessori, por definición, no es un campo teórico cerrado, sino que es una práctica pedagógica, una forma de educar que está abierta a incorporar ideas, materiales educativos y contenidos curriculares de otros enfoques válidos para la construcción de conocimientos, valores y habilidades, que también sean coherentes con una visión de mundo humanizadora e integradora.
El profesorado y todo el cuerpo docente está permanentemente alerta a los nuevos sucesos provenientes de todos los campos del saber así como a exponer a los niños y jóvenes a distintas visiones de interpretación de la realidad, para que exploren y desarrollen un estilo de pensamiento propio y crítico, basado en aspectos éticos que van internalizando paulatinamente durante todo su desarrollo como personas responsables.
Como docentes reflexionamos, planificamos y actuamos en pos de una educación para la paz, bajo los principios de lo que se denomina “educación cósmica”, que es el estudio interdisciplinario que propone una comprensión sistémica y unificadora del planeta y su relación con el cosmos.
Esta propuesta educativa integra a niños y jóvenes al nuevo paradigma emergente y plantea un trabajo pedagógico en torno a una cosmovisión eco-céntrica y multi-cultural, que demanda futuros seres humanos capaces de asumir la necesidad de construir comunidades humanas solidarias, con capacidad de autogestión en torno a economías sustentables desde los principios de la conservación ecológica y de la aceptación plena de la diversidad humana.
Así, los que observan el quehacer escolar, ven niños que plantan, cuidan, trabajan en grupos tranquilos, juegan, construyen, proponen, solucionan problemas, crean y conviven en ambientes de respeto y de cooperación.
Debido al sistema de grupo-cursos en multigrado (dos o tres edades en cada salón de clases) los niños acostumbran a aprender de otros y a ayudar a los menores.
Cada salón está equipado con una enorme cantidad de material didáctico dispuesto sobre estantes a disposición de los niños. Este material está específicamente diseñado para que todos los conceptos de las diferentes áreas de aprendizaje sean manipulables en forma concreta directamente por los niños y niñas. Así, el aprendizaje se construye literalmente en los principios de la “escuela activa” o el “aprender haciendo”.
El rol del adulto es mediar para optimizar la experiencia de interacción entre el niño y el material didáctico. Gran parte del material tiene un control de error para que el alumno avance mediante un sistema de auto-corrección. Esto permite que los niños realicen aprendizajes de forma independiente, que permiten experimentar logros y aprendizajes a medida que van corrigiendo sus posibles errores.
La Doctora Montessori reconoció el hecho de que el único impulso válido que conduce hacia un aprendizaje exitoso es la motivación interna de la persona. Es por esto que nuestro quehacer pedagógico se centra en apelar a la curiosidad natural del niño y a la necesidades de conocimiento que surgen espontáneamente en él. Usando esta fuerza motora intrínseca en él se le interesa por el mundo y sus fenómenos.
Creemos que cada niño y cada niña, sin excepción alguna quiere comprender el mundo que lo rodea y desea ser libre y competente dentro de su ambiente de vida. Por lo tanto, pensamos que la verdadera educación es aquella que facilita al niño y al joven, la comprensión del mundo, el crecimiento personal y el bienestar que conlleva un quehacer escolar en libertad responsable, en dignidad y en la seguridad de una convivencia dentro del respeto y de la valoración del otro.